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El zapatero y los duendes - Hermanos Grimm




    

 Había una vez un zapatero tan pobre que lo único que tenía era un poco de cuero para fabricar un par de zapatos. Antes de irse a dormir, cortó el cuero y lo dejó sobre la mesa para coserlo por la mañana. 

     Al día siguiente y para su sorpresa, en el lugar donde estaba el cuero encontró un par de elegantes zapatos perfectamente terminados. En ese momento se presentó un cliente que admiró su trabajo y le pagó generosamente. Con ese dinero, el zapatero pudo comprar el cuero suficiente para dos pares nuevos de zapatos.  Por la noche, antes de ir a dormir, el zapatero cortó el cuero y lo dejó sobre la mesa. 

     A la mañana siguiente, dos finos pares de zapatos estaban listos sobre la mesa sin que él hubiera hecho nada. Los vendió a buen precio, compró más cuero y, día tras día, la magia se repitió.

     Pronto el zapatero y su mujer pudieron saldar todas sus deudas y empezaron a vivir cómodamente.

- Me gustaría descubrir quién cose mis zapatos por las noches - dijo el zapatero a su mujer.

- ¡Escondámonos y lo descubriremos - respondió ella.

     Así lo hicieron, y a la medianoche vieron a dos hombrecitos en calzoncillos que se subieron a la mesa y comenzaron a agujerear, coser y pegar el cuero, con sus ágiles manitos. Antes de que saliera el sol, los zapatos estaban listos y los dos duendes se retiraron satisfechos.

- ¡Pobrecitos, no tienen zapatos ni ropa! ¿Qué te parece si se los fabricamos nosotros? - sugirió la mujer a su marido.

- Después de todo lo que han hecho por nosotros sería un buen detalle - respondió él.

     Así que se pusieron manos a la obra, ella cosió pequeños pantaloncitos, camisetas y chaquetitas, y él fabricó pequeños zapatos a la medida de los diminutos pies. Luego pusieron sobre la mesa los obsequios y se escondieron, curiosos por ver la reacción de los duendes.

     Como siempre, a medianoche, los hombrecitos se presentaron. Cuando vieron los zapatos y la ropa hecha a medida para ellos, empezaron a dar saltos de alegría y se los pusieron enseguida: ¡les quedaban perfectos!

     Los duendes se marcharon contentos y nunca regresaron. Pero el zapatero y su mujer no volvieron a ser pobres y se lo agradecieron toda la vida. De esta manera, vivieron felices  toda la vida.



Recopilado por los Hermanos Grimm
Versión de Stefanía Leonardi Hartley



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