La oruga - Leonardo Da Vinci



    Inmóvil sobre una hoja, la oruga miraba a su alrededor, unos cantaban, otros corrían, aquellos volaban; todos los insectos estaban en continuo movimiento. Solo ella, pobrecita, no tenía voz, ni corría, ni volaba.

   Con gran fatiga conseguía moverse, pero tan despacio que cuando pasaba de una hoja a la otra le parecía que había dado la vuelta al mundo.

   Sin embargo, no envidiaba a nadie. Sabía que ella era una oruga y que las orugas debían aprender a hilar una saliva finísima para tejer con arte maravilloso su casita.

   Por eso, con mucho entusiasmo, empezó su trabajo. En poco tiempo, la oruga se encontró envuelta en un tibio capullo de seda y aislada del mundo.

   - ¿Y ahora? - se dijo.

   - Ahora, espera -le respondió una voz-. Ten un poco de paciencia y ya verás.

   En el momento justo, la oruga se despertó y ya no era una oruga. Salió del capullo con dos alas preciosas pintadas de vivos colores, y rápidamente voló a lo más alto del cielo.


Leonardo Da Vinci



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